24 de noviembre de 2012

Sobrevive en ella la tecnología

Quisiera saber imperfectamente por qué aquel hombre niega con tanta rotundidad la petición del chaval. Es evidente que le está pidiendo algo. Por la seda de su camisa y el garbo cenestésico con que gesticula el chaval bien podría tratarse de una cuestión de dinero. Tal vez el hombre sea el padre y el alquiler, demasiado alto. También existe la posibilidad de que el hombre sea el suegro o, lo que es mejor, el futuro suegro del chaval. ¿Habrá aun sujetos que declaren al prójimo varón su voluntad de casarse con las hijas? Parece improbable, pero tampoco se debe descartar, que los veinticinco o veintisiete años del chaval no hayan traspasado las conductas veniales del sexo. A juzgar por la belleza del hombre –altivo, alto, de barba canosa, rudo en facciones pero de sensibles expresiones-, la chica no puede ser virgen en ninguno de los casos; la genética yerra en muy pocas ocasiones. Así, tampoco dudo de la ejemplar disposición de la chica frente a las coces incesantes de sus pretendientes. Pero si las felaciones propinadas han sido moralmente decididas, también las bocas posadas en su Venus habrían sido infranqueablemente premeditadas. Desde aquí se ve un brillo dorado en el gollete del hombre cuyo círculo, y esto es solo una hipótesis, se cierra a la altura del esternón. Sigue siendo hipotético, y por tanto probable, pero no ardería si digo que en el pliegue de la cadenita cuelga una cruz presbiteriana. Tiene que ser presbiteriana y no latina o de San Pedro satánica por las mejillas en exceso bermejas del hombre. El cano de la barba, por ejemplo, es de tendencia desarrollable, es decir, que antes ha sido de otro color. Esta evidencia se rompe con una irregularidad: por su tonalidad la barba anterior no habría sido bajo ningún concepto negra, sino pelirroja. 

(Pongo aquí el enlace a la revista para que se pueda leer completamente: en ella se lee igual, se puede comentar igual y, además, visitáis la web: Sobrevive en ella la tecnología)


Marc V. 

2 de noviembre de 2012

Teoría del arte moderno o la desaparición de la modelo


El pintor, encerrado en su dormitorio, en la ventana ajustada el resquicio de luz, la mañana entera doblando en las campanas de fuera, el mirlo muerto en el nido, el gris muerto en el cielo, la cama desecha y sobre ella un cojín rojo, pensaba cómo plasmar la imagen de la modelo con la perfección que solo sobrevive al tiempo. La pintaría desnuda, blanca, brillante…, o en claroscuro y acuarela.
            -¡Gregor, la persiana!
Y la habitación quedó vacía porque se hizo su luz.