Un dedo tuyo si es blanco opera
en el vientre de la llaga fluorescente.
Una uña tuya metalúrgica hace de
mi búsqueda una esquina de una ciudad casi entera.
En la imagen pauso el adoquinado,
el gris, el prisma mineral, la pared,
la alcantarilla con la radio del televisor
de mi cerebro que busca –lo sé- una punta de sangre.
Tú, ¿no?, puta y médico, me indicas:
Tú, ¿no?, puta y médico, me indicas:
<<La punta esa está en una esquina de esta
ciudad casi entera>>. Y a mí, que se me cae
el sombrero, y el abrigo me parece una rata,
y que veo aleaciones casi inmensas
en los cielos grises siderales de un ojo excreto
que me dices es mi futura escapatoria,
como una forma de pensar, como una forma de morir,
se me estremece la parte interna
de cualquier pulmón –el que quieras-, y
me pongo en camino. En camino
para encontrar mi puntita de sangre.
para encontrar mi puntita de sangre.
La encuentro con la radio de mi cerebro.
La retengo. La manoseo. La pierdo.
Y entonces solo creo en lo que tú me dijiste:
Y entonces solo creo en lo que tú me dijiste:
<<Si la retienes, la pierdes. Así que usa el bisturí>>.