El pintor, encerrado en su dormitorio,
en la ventana ajustada el resquicio de luz, la mañana entera doblando en las
campanas de fuera, el mirlo muerto en el nido, el gris muerto en el cielo, la
cama desecha y sobre ella un cojín rojo, pensaba cómo plasmar la imagen de la
modelo con la perfección que solo sobrevive al tiempo. La pintaría desnuda,
blanca, brillante…, o en claroscuro y acuarela.
-¡Gregor,
la persiana!
Y la habitación quedó vacía porque se
hizo su luz.
Me gusta!!
ResponderEliminarLuces y sombras en un pequeño fragmento.
Brillante, al igual que esa modelo imaginaria.
Abrazos.
como el absolutismo, la luz se impone y nos sobrepasa.
ResponderEliminarBesos
Un encandilamiento particular...
ResponderEliminarSe me ha hecho corto, y mira que es algo que suele ocurrirme con tus textos pese a su longitud habitual.
ResponderEliminarLo mejor son las persianas entreabiertas, para que la luz decida donde posarse.
Un abrazo.
La luz, la sombra, la sierra de fuego infalible...que de paso podría cortar la garganta del dueño/a (porque estas cosas son muy de /a) de ese grito inoportuno, aunque fuese figuradamente.
ResponderEliminarUn beso