19 de diciembre de 2011

El indigente espíritu de la Navidad

Lejos está ya el interés de sacar a colación la desgastada cantarina de la Navidad: si es familia, si es consumo, si solo es un cuento inventado por unos pocos para gasto de unos muchos, etcétera. Y por eso mismo, por su evidente falta de interés, no escribiré sobre ella. Sí  lo haré, sin embargo, sobre una nueva tradición que tanto es miedo como risa su máxima proyección y que se desarrolla en la envolvente capa de la Navidad.
Tomo por inicio un artículo en que fijé el principio –porque es demostrable, no es teórico- de la mendicidad. Los que acostumbran a pedir en las grandes sedes del poder. Ya sea en la puerta del supermercado –comida y chatarra-, en los bancos –capitalismo asesino- o en las iglesias –poder incorruptible mal predicho por Nietzsche- son de nuevo (en su módica porción) los protagonistas del presente artículo. Por lo pronto uno. Un señor que se sitúa en la Travesera de Gràcia de Barcelona. Sentado ante un gran supermercado –de tamaño, no de calidad. Cada 1 de diciembre aparece el hombre disfrazado de Papa Noel. Vestido rojo, a veces gafas de sol incorporadas. Hoy me fijaba en cuan raídas y zarrapastrosas estaban sus mangas de puntas blancas o la misma barba de mal encaje; el buen hombre se fumaba su purito de hoja y escondía, por educación, la cerveza mañanera tras la silla donde hace su jornada inmensa de 16 horas. Esta mañana una niña pasaba por delante y lo miraba con incongruencia y curiosidad. ¿Un Papa Noel sucio que en vez de dar caramelos tiene una cajita con cuatro (o cuatrocientos) céntimos postrada ante él en el suelo? Esto me recuerda a otro sujeto interesante. Este está en Canonge (Badalona), al lado de otro supermercado (precisamente el que luchaba por el cartel de Prohibida mendicidad del artículo a que me refiero al comienzo). Cuánta individualidad. Cuánto hablar de uno mismo… Pero él no es vagabundo –es decir, sin techo o residente de la calle-, de hecho es un hombre que trabaja en el bazar contiguo al supermercado. Lo rigen dos inmigrantes. Él debe de ser el trabajador. Es un hombre de complexión gruesa, mirada perdida, boca colgante. Algo ictusiano, bastante embólico. Enormemente apopléjico y considerablemente apoplético. Camina a pasos zambos, tiene acento fuerte del catalán, podría caérsele tranquilamente la baba, y se peina el pelo canoso con la raya al lado. Pues han tenido la gran idea de sentar al señor, con una silla de princesa, en la puerta del establecimiento, con una bolsa de caramelos que él, encantado, hay que decir que lo hace con ilusión, reparte a los niños cuando estos pasan apresurados o tranquilos con sus padres con la magia a cuestas. Cuando paso por delante no puedo evitar esbozar una sonrisa. Los niños, que ven a un hombre enfermo con la nariz pintada de rojo (esto no lo entiendo; será por Rudolf, el reno) y la barba colgando a la altura del labio inferior, se quedan atónitos cuando lo ven. Incluso se detienen mientras sus padres charlan con el vecino que acaban de cruzarse. Entonces el señor se levanta y, gruñendo un pequeñito gemidito de eiñ se precipita cual zombie sobre el niño y le tiende el caramelito. Hay que decir que el espíritu de la navidad no podría ser más moderno. Se mantiene la felicidad, el cariño, la magia, pero se hace con medios muy cuestionables. Y es que hay niños muy espabilados. A este mismo señor, una madre se le detuvo con su hijo –un gamberrete de gorra torcida y seis o siete años- y le dijo: “mira, hi, hijo, Papa Noel te da un caramelito”. El niño aceptó a regañadientes el caramelo pero no tardó en echar a correr: “pero si este no es el de verdad,” le comentaba el niño a su hermano pequeño mientras la madre corría detrás.
Ay… viva el espíritu, viva el alma.
Lo único cierto es que sea indigencia, enfermedad o salud, la Navidad es grotescamente luminosa. Dotada de cruzar del eclecticismo al extremo de la solidaridad con un solo gesto. Pensaba ahora que no hay indigentes ni espíritu moderno en todas las grandes sedes del capitalismo. En las inmobiliarias, por ejemplo, ya no se ponen, al menos no fuera. Ahora los indigentes son directamente los que estaban dentro.
Felices fiestas. 

11 de diciembre de 2011

El Barça se impone, Gabriel

Querido Gabriel:

¿Te imaginas cuán distinta sería esta carta de no haber hecho lo que hiciste? Pues claro que sí. Si tú mismo me lo dijiste, allí, en el desembarque del aeropuerto de El Prat, que no paraste de hablar hasta que te quedaste dormido ya en el centro de nuestra y tu ciudad. Pero vayamos por pasos: ¿cómo era aquello que decías? “Este año sí, eh, este año sí que nos traeremos la décima y la liga, ¿la liga?, Mourinho sabe cómo jugar con su equipo de dos años, ya se ha adaptado, y Ronaldo y Di María y Marcelo e incluso Casillas están a un nivel muchísimo superior al resto de los mortales”. Algo así. Creo. Y ya sabes que yo no es que te sedujera. Te dije simplemente que me parecía muy bien. Que estabas en un error, pero que me parecía muy bien. Entonces tú me preguntaste que por qué decía eso. Yo te dije que los colores se deben sentir. Y tú me preguntaste que cómo era eso.  Fue algo así:
    -¿Tú, por ejemplo, Gabriel, qué colores sientes?
    -¿Y tú?
    -Yo el azulgrana, claro.
    -Pues yo no los siento.
    -¿El azulgrana?
    -No. Ningunos.
    -Pues claro, hombre, cómo vas a sentirlos. Si eres del Real Madrid. El blanco apenas si es un color.
Pareciste algo taciturno. No quisiste hablar más de fútbol por el momento (con lo que te gusta). Cambiaste rápidamente de tema. Claro que seguiste el discurrir: hablasta de mil cosas: del colegio, de Galicia, de aviones, de Geronimo Stilton. ¡Después de tanto tiempo! Y lo pasamos bien, eh. Pero tú seguías dándole vueltas a algo.
Qué sorpresa nos diste la mañana siguiente cuando, paseando en medio de las calles que no dicen nada porque son vacaciones, pediste a tu santa madre una camiseta del Barça.
 “¿Pero te encuentras bien, Gabriel?” Nos preguntamos todos sin decir nada. Y no solo te encontrabas estupendamente, sino que te encontraste más bien que nunca: tuviste una iluminación, una palabra sincera, una revolución de lógica y colores. A saber: tú ya habías sido del Barça hace unos años (no muchos, porque no daría la suma), pero lo fuiste. El colegio -o la perversidad que fuera- te hizo cambiar de parecer, y tomaste al Madrid como gloria e insignia de tu deporte favorito. Error. Ese equipo te dio de todo excepto gloria. De hecho, por no darte no te dio ni credibilidad, ni esperanza, ni confianza,  ni deportividad.
Aquella tarde jugaba el Barça contra la Real Sociedad. ¿Te acuerdas? Te estrenabas como culé. Y no tardó en llegar la alegría. Cesc se adelantó en el minuto 2 del partido. Apenas un cuarto de hora después llegaría el 0-2. ¡Cómo coreabas los pases, cómo cantaste los goles, cómo los gritaste! Claro, después de tanto tiempo de no ver nada semejante… Pero, qué pena. En dos descuidos defensivos, la Real Sociedad marcó dos impuntuales goles que arrebataron los dos primeros puntos perdidos al equipo blaugrana.
    -¡Jo!, siempre perdiendo y ahora que me cambio vuelvo a perder. Y encima el Madrid ha ganado al Getafe 4-2.
Pero considera una cosa, Gabriel: no te cambiaste para ganar. Sino por los colores y el hacer deportivo. ¿Cuándo habías visto tú que tu equipo jugara con tantísima elegancia? Los toques suaves de bota a bota, los extensivos desmarques, las genialidades de tantos, el coraje y la deportividad de todos. Para eso te habías cambiado tú. Y así ganarías. Yo no te dije que siendo del Barça ganarías la champions, la copa, la liga, el mundial de clubs. Pero tampoco te dije que Valdés fallaría en el Bernabéu solo empezar el  partido, y que tras una rocambolesca jugada, segundo 25, Benzema marcaría el primer tanto para los merengues. No, señor. Yo no te dije eso. Tampoco te dije que Messi desbordaría a la defensa blanca y que Alexis, el 9, el futuro y presente 9 culé, batiría la portería del infame Iker Casillas. Ni que la pelota golpearía afortunadamente en Marcelo tras un chut potente de Xavi, el cerebro de los medios campos. Ni tampoco que Cesc se lanzaría con algo más que gravedad –con corazón y rigor- para cerrar el baño barcelonista de la capital: 1-3, ganamos.  No te lo dije porque yo no lo podía saber.
Pero se intuía. Por eso me alegré de tu regreso.
Ayer me reía porque un aficionado merengue, que abandonaba el partido antes incluso de que este finalizara, le dijo a un periodista: “Cristiano Ronaldo es buenísimo, pero lo es contra el Villarreal y el Betis, contra el Barça la caga y, por mí, ya se puede ir a la mierda”. Y más ancho que largo. Eso no son colores. Incluso la prensa madridista titula hoy en los periódicos que el Barça les dio un baño, que ganaron los mejores. Y los jugadores, los de Mourinho, los mismos que defienden un juego sucio, farfullero, agresivo y sinsentido, volvieron a buscar excusas: que si el árbitro (decían), que si la suerte (dijeron ayer). Pero la evidencia habla por sí sola. Y aunque todos se pensaran que este año sí, que le era Guardiola caía (el famoso fin de ciclo), la deportividad siguió su curso. Y el Barça recuperó el liderazgo. Porque ganaron los mejores.
Enhorabuena (norabuena) y felicidades por tu estreno como culé. Ayer se tomó la Cibeles y, próximamente, se juega el mundial de clubs. Que siga la música.

Sinceramente, Marc.

8 de diciembre de 2011

Mensaje (real) hallado en una botella

El 13 de octubre de 1833 se publica en el Baltimore Saturday Visiter uno de los pocos relatos que dota a Edgar Allan Poe con un premio económico: 50 dólares. La historia del periódico es por lo pronto rocambolescamente peculiar. El Visiter se fundó en 1832 cuando Charles Cloud y Lambert Wilmer decidieron aunar ahorros y sacar al mercado semanal su periódico baltimoriano de alcance inmediato y popular. Sí. Y no. Un año después, la edición pone de manifiesto su intención de publicar un relato y un poema resultantes ganadores de un concurso de fácil participación: todo aquel quien quiera, que presente un relato breve o un poema de cincuenta versos pues, el mejor, los mejores, serán publicados en nuestra edición semanal y dotados con un total de 50 dólares libres de impuestos. Poe, gran amigo de Wilmer –el cofundador- presenta Manuscrito hallado en una botella (relato que narra la experiencia de un joven que, tras hacerse a la mar con un buque de carga, camino a la Isla de Java, decide escribir un diario de bitácora personal), y resulta ganador por la originalidad e innovación de la trama. No es extraño que así fuera. Manuscrito hallado en una botella no solo cuenta el accidentado viaje del buque carguero, ni los remolinos y tempestades del océano; tampoco se queda en la agilidad de describir cómo el joven protagonista se encarama a la cubierta de un barco ochenta veces mayor que atropella sinsentido al accidentado. Sino que desarrolla con incomparable maestría la nauseabunda sensación de sentirse en un ambiente extraño, lleno de tripulantes que bien podrían descender de los fantasmas piratas, de un barco sin rumbo que se adentra profundamente en las gélidas aguas del sur antártico, de las terribles desganas de seguir escribiendo y de lanzar al mar, embotellado de ron, el manuscrito que evidenciaba la vida. Edgar Poe ganó merecidamente con una historia que solo él escribió. Pionero como lo es en los géneros literarios (terror, policiaco, fantástico, detectivesco), quién se hubiera atrevido a decirle que un par de siglos después, es decir hoy, alguno de sus sucesos se reproducirían fielmente en la realidad.
No hace tal vez demasiado, un par de meses acaso -incluso menos-, escribía un artículo sobre paridades (semejanzas, paralelismos, casualidades) que se han dado entre la literatura y la realidad: Jules Verne y sus viajes a la luna, Morgan Robertson y su trazada conciencia del hundimiento del Titanic, o el mismo Poe y su única novela -Arthur Gordon Pym-, cuando cuatro tripulantes a la deriva deciden utilizar el mismo método se supervivencia que escribió el poeta norteamericano: matar a uno de ellos para comérselo. Y hoy, dos meses después (dos meses, dos siglos) se vuelve a evidenciar un hecho ya descrito por un genio. Además, otra vez Poe. Mas esta vez no es una desgracia.
Según fuentes de la BBC, la pasada semana una joven de nombre Ana Ponte recogió en la Isla de Terceria –en Las Azores- una botella con el curioso contenido: un mensaje. Según escriben (siempre según, veremos por qué), el mensaje era de un niño neoyorquino que, 10 meses antes, desde el muelle, había lanzado la botella contenida de su día a día, de su escuela, de sus padres, de su propia vida, de una letra infantil pero sincera, de un espíritu quien sabe si romántico de la verosimilitud y la casualidad. La botella ha recorrido 2600 millas –o, lo que es lo mismo, 4184 (cuatro mil ciento ochenta y cuatro) kilómetros-, de New York a la familia portuguesa, del niño melancólico a las Azores, a la isla pesquera de Terceira sin rumbo fijo y entre el oleaje.
El suceso –eludiendo la pérfida necesidad de acudir al entredicho- es por lo pronto rocambolescamente peculiar. Y bello. Tanto como cuando se supo que el ganador del premio de poesía 1833 del periódico Visiter, Henry Milton, era en realidad John Hewitt, su editor y formante del jurado. Poe, igual que el mensaje, no se mojó. Tan solo declaró que John Hewitt había ganado “por métodos turbios”. Y de eso Urdangarín debe de saber mucho. Dos meses, dos siglos… Toda la vida.

3 de diciembre de 2011

Juicios absurdos, condenas fatales

Que la justicia vive uno de los momentos más pobres de su vida está claro. Que la justicia nunca ha sido tan hermosa y cardinal como se la ha pintado está igualmente claro. Que el poderoso siempre tiene las de ganar es una obviedad. Y Que el mito de David y Goliath haya gustado tanto a las masas –por su sugestión y excitación- es un facto obvio y regocijantemente normal. ¿Qué adjetivos aplicaríamos hoy a la justica? Probablemente lenta, trabada, burocrática y corrupta. ¿Pero qué adjetivo le daría la historia a la historia de su justicia? Probablemente uno y solo: injusta. La justica ha tenido que hacer frente a los dichosos prejuicios naturales, al vicio social, a la perversidad del género humano. Por ejemplo, hablando de hoy: ¿cómo diferenciar un caso de maltrato de sexo verdadero a uno falso? ¿Es peor el maltratador o el denunciante que embauca y miente cual bellaco? Los problemas se suceden desde la aparición de la mayor evolución occidental: el Imperio Romano y su derecho. Fijemos una concreción. En la Antigua Roma el peor crimen que podía cometer una mujer era el adulterio; entonces el paterfamilias tenía la libertad de repudiarla, organizar un tribunal familiar, y ejecutarla si lo consideraba necesario. Claro, debía sorprenderla en el acto. No se estilaban los chismes y rumores. La sociedad civil se salvaguardaba las espaldas: o hay pruebas fiables o no hay posibilidad denunciante. Desde luego, el marido –solo por querer deshacerse de su esposa- podía inventárselo, pero para ello debía personarse el amante adúltero que, apretándose fuertemente los testículo, debía explicar bajo juramente la verdad y nada más que la verdad (de allí el verbo testificar). Pero, claro, hablar de Roma es hablar en pasado. Y hablar de hoy es como no hablar de nada. Por eso mismo pretendía fijar este artículo a un apartado pequeño pero simpático, veleidoso pero ruin, insignificante pero ejemplar.

Y es que cada vez son más, más sonados y más incongruentes. Juicios absurdos, condenas millonarias. Como escribe Alba Díez en la publicación de hoy sabática de La Vanguardia, “¿se imaginan demandar a Michael Jordan y a Nike por el sufrimiento emocional que le provoca su parecido físico con la estrella de la NBA? ¿O denunciar a una cadena de televisión por haberle hecho engordar y convertirle en adicto al 'zapping'? ¿O llevar a los tribunales a su pareja por haberle lesionado el pene al cambiar de postura mientras practicaban el coito? Pues aunque les resulte inverosímil, todo esto es posible en Estados Unidos y con el aliciente de que hasta les pueden dar la razón.” Y así es. Todo es posible. Alba Díez relata el caso del “Hot Coffee”, una abuela norteamericana que denunció a McDonald’s porque, tras comprar un café en una estación de servicio (McAuto) se le hubo derramado por las piernas generándole quemaduras de tercer grado en muslos, cadera e ingles. Tras pedir los gastos médicos para repara su piel, la compañía no quiso hacerse cargo más que de un porcentaje ínfimo; la mujer anciana denunció entonces a la empresa de comida rápida y acabó logrando una compensación por daños punitivos treinta veces superior a lo que ella reclamaba inicialmente. O ayer, por seguir, que podíamos leer en El País el caso de un hombre obligado a pagar 10.000€ a su mujer por no mantener relaciones sexuales en los últimos diez años. Sí: 10.000€, 1.000€ al año. ¿El sexo no es un asunto privado? ¿Por qué debe intervenir la justicia en semejante caso? Lo cierto es que la mujer denunciante debería estar muy quemada. Y su marido bastante enfermo: diez años sin mantener relacione sexuales –al menos con ella- es ligeramente sospechoso. Se me ocurría que en ese juicio, celebrado en Francia, sí deberían haber regresado al antaño romano. Obligar al acusado a apretarse los testículos para testificar sinceramente: si le explotaban, es que ciertamente hacía diez años que no tenía deseos y, por tanto, su mujer tenía el derecho de reclamar el cumplimiento del artículo 1382 de “cualquier persona que cause un daño a la otra debe repararlo”; en cambio, si nada ocurriese al comprimir sus genitales, ella podría interponer una demanda por adulterio. En cualquier caso saldría ganando. Pero, claro, el proceso sería lento y eterno. Ella es ya, por cierto, su exmujer. Réprobo.

29 de noviembre de 2011

Periodismo de derecha, ruinosa, represora, repetitiva

Cada mañana, a eso de las ocho y cuarto, José María Izquierdo lee en la radio su artículo de la sección El ojo izquierdo. Es el catavenenos de la prensa derechista española, la bien llamada caverna: aquellos idólatras entusiastas del extremo sur pepero, aquellos nuevos votantes de UPyD, los ferverosos cronistas de la más crítica posición ideológica, los injustos en generales. Los periódicos analizados son El Mundo, ABC, La Razón, Libertad Digital, y Etcétera. Lo cierto es que hay artículos tan animales, tan salvajes, tan soeces que si huele a podredumbre el hedor es perfumado. Por ejemplo, este artículo lo escribió José Aguilar Jurado, conocido por su secreto –en apariencia- pseudónimo Fray Josepho, un individuo tan ridículo como patético que, bajo una túnica franciscana de capucha alta y punta, porta la barba beige y de pegamento:

Ruinoso, Represor, Repetitivo,
R
ecóndito, Rastrero, Renegado,
R
eceptador, Rupestre, Resabiado,
R
eacio, Rencoroso, Regresivo;


Ridículo, Reseco, Repulsivo,
R
amplón, Reliquia, Ruin, Recauchutado,
R
allante, Rufianesco, Redomado,   
Rabioso, Retroprogre, Represivo;

Recaudador, Reptil, Recalcitrante,
R
efrito, Retorcido, Repugnante,
R
aposo, Regañón, Remalababa;

R
emoto, Rancio, Rígido, Rollista,
R
aído, Rompehuevos, Revanchista
y Rácano. Recuerden: Rubalcaba.

La crítica es intensa, ¿verdad? Directiva, sin temblor, acentuado cada fonema vibrante, con ira, con rabia. Al menos lo es en comparación con el periodismo izquierdista y progre. Ellos todavía  mantienen cierta sutilidad, apariencia, educación. Y eso es malo. Porque en una guerra semejante el principal perjudicado es el periodismo. Y el victorioso será pírrico, es decir, perderá más que el vencido. José María Izquierdo es elocuente y corrosivo; mantiene elegancia periodística, y critica lo criticable. Lo evidencia cada mañana, ya sea en la radio o en su artículo en El País, porque artículos como este –muy métrico, muy rimado, muy dorado- no pueden eludirse. El artículo anterior es casi estética absoluta. Como tanto; como muchos. ¡Este es tan mediocre como lo que describe! Si la izquierda fuera la derecha, reescribiría el artículo (pongamos que del Público al ABC) y cambiaría solo y solo la última palabra por Rajoy. Pero la rima no sería suficientemente asonante… ¿Verdad?

28 de noviembre de 2011

Rajoy, el silencio de un hombre


Hoy hace una semana que Mariano Rajoy fue elegido Presidente del Gobierno. Hoy hace una semana que Mariano Rajoy es Presidente electo del Gobierno. ¿Y bien? Nada.
Todo el mundo parece aguardar a que Rajoy hable. Pero él no lo hace. Está esperando. ¿A qué? Dice estar encerrado en su despacho. ¿Y qué hace? Algún rojo dijo que se había quedado dormido. ¿Tanto tiempo? Pues sí. Aunque el líder del Partido Popular afirma –en una de sus pocas comparecencias- que lo que hace es trabajar, trabajar para el país, para sacarlo de la crisis, para aminorar la acérrima tasa de desempleo, para sanear las cuentas, para llenar las arcas, para recuperar España, para quedar bien, en definitiva, con el gobierno alemán y su tropel. Mientras tanto, el Duque de Palma, Iñaki Urdangarín, Urdangarín el simpático, está contra las cuerdas por un presunto delito de cohecho y malversación de fondos. Teléfonica, la empresa para que trabaja o la empresa que lo tiene contratado, le paga anualmente su alquiler –que no será ínfimo-, le paga la escolarización –que no será pública- de sus hijos, y le abona la totalidad de los gatos producidos en sus viajes privados –que no serán precisamente de pópulo. Asimismo, la Casa Real recibe anualmente 8 millones y medio de los impuestos que los ciudadanos pagan religiosamente. Obligadamente. Obligatoriamente. Y con ello cubren los gastos mayestáticos –que no son precisamente campechanos. Para colmo, al Urdangarín se le acusa de desviar ocho millones de euros; podría haber aguardo un año, como Rajoy, por ejemplo, que aguarda y aguarda y no dice nada. Tendremos que esperar al próximo 22 de diciembre, día que Mariano formará gobierno, día de la lotería de Navidad. ¿Caerá el gordo? Esperemos que sí y que no.

26 de noviembre de 2011

Viernes Negro, no es tuyo, es mío


El black  Friday es el día en que los Estados Unidos celebran la catarsis de las compras. Las tiendas y comercios ofertan sus mejores precios, registrando así el más alto consumo del ejercicio comercial. Esto ocurrió el pasado viernes. Y fue noticia una mujer de los ángeles que, en una de las tiendas centrales de electrónica, roció gas pimienta a los ojos de veinte personas para que no le robaran los productos que ella quería comprar. El hecho podría describirse como mecanismo de defensa de ansias aferradas. Según narra el periódico Los Angeles Times, el establecimiento fue un caos absoluto. Pantallas de televisores fueron pisoteadas, discurriendo solitariamente bajo los pies desenfrenados de una muchedumbre ansiosa por adquirir la mejor ganga. Guerra pura. Guerra fría. Tras leer la noticia tracé un directo paralelismo con lo ocurrido el pasado mes, cuando un hombre disfrazado de superhéroe roció con el mismo gas a un grupo de chavales que, según él, se hallaban inmersos en una pelea sin sentido. Todavía no sabemos si aquel sujeto fue un héroe o un retrasado, pero sí sabemos que no tiene nada que ver con la individua de hoy. La mujer angelina no tuvo prejuicios al rociar su gas: veinte heridos, entre ellos cuatro niños. ¿Un niño se iba a pelear con ella por un ratón de ordenador? Quién sabe, tal vez; pero probablemente no. Por tanto sabemos que la mujer actuó sin conciencia, llevada por el aliento endemoniado de la lujuria y la gula, ambos pecados capitales que, dichos así, desmerecen penalización. “¡Esto es mío, eh, solo mío; largo, vamos, largo de aquí”, y ya está, un movimiento de presión con el dedo índice y sus prójimos cercanos quedaron ciegos. “Mío, todo mío, ahora sí”. Gimoteando y enrojecida, se hizo con cuantas unidades se le antojaron., las pagó (¿las pagó?) y se marchó. Una de las agredidas compareció ante LA Times horas después: “me da igual lo que hizo, la verdad, todavía me quedaba tiempo para apoderarme de mi televisor y así lo hice”. La policía todavía busca a la agresora. Desconoce su paradero. Les aconsejo una luz desde el ayuntamiento, llamada de superhéroe, que refleje un televisor con una de las escenas de El sueño eterno o El halcón Maltés. Así, el superhéroe fraudulento y la mujer psicópata acudirán a la llamada del crimen. Con un olor rancio a pimienta gaseada. Dejemos aquí –de paso- una sugerencia a Ferrán Adrià.

19 de noviembre de 2011

La sombra obediente (Microrrelato)

“Por fin quieta”, dijo el pintor en la habitación cerrada. “Llevas todo el día con el baile de San Vito.” La modelo estaba desnuda y contestó: “¿Qué quieres?, dijiste que beberíamos vino francés con champaña, y que comeríamos ostras con croissants y cerdo asado con magnolias. Son mis flores favoritas. Dijiste que el sol nos tostaría las linfas y que John Coltrane sonaría para nosotros con la vela única sobre la mesa; que el mediodía sería nuestra medianoche.” El pintor pintaba concienzudamente su sombra femenina, evadido, silencioso, como muerto. Al terminar, la modelo hubo desaparecido. Y la noche dio su primer paso.

18 de noviembre de 2011

El chico fresa

Su comentario en la red ardió como ave celeste de pólvora. Es un chaval peruano, joven, Luis Andrés Huertas se llama, y dijo: “En España los homosexuales y las asquerosas lesbianas se pueden casar. Cristo llora cuando esto pasa. Destruye a las familias cristianas”. Y se quedó tan ancho. Bueno, tan ancho del ancho, no. No, porque las críticas que ha recibido han sido –afortunadamente- voraces.
Pongamos por principio. Este joven devoto, apodado Amante de Cristo, ya la hubo liado tiempo atrás en una cuenta donde manifestaba y declaraba su intensísimo amor por el mesías de la cruz y los pasajes opulentos de la Biblia, Diosito es mi pastor. Más patético todavía. Lo cerró porque no lo dejaban tranquilo –afortunadamente. El miércoles noche escribió el anterior comentario descrito y homófobo y apenas necesitaron los internautas dos escasas horas para contestar y recriminar su actitud. Se hizo con comedia; como quien se ríe de un deficiente. Así, pongamos por principio, es como se rieron de él; y afortunadamente. Hashtags y misivas, Luis Andrés Huertas no se achinó y afirmó que “gays y lesbianas son destructivos, leprosos y merecen la muerte”, que “para eso Cristo mandó el sida, para acabar con los homosexuales”. La historia tiene tela. En la primera frase diferencia estúpidamente homosexuales y, con magno apelativo, asquerosas lesbianas. Es, claro, totalmente distinto. Luego se abastece de una conjunción copulativa y para culminar con el merecen la muerte. Desde luego el sida se mandó, y no solo eso, sino que fue mandado por Jesús, porque Jesús mandaba de todo: besos, abrazos, fes, paz, amor y sida. Prosigue con perlas como “España es un país tomado por el diablo donde se practica sexo en la calle como perros” o “las mujeres no deben llevas faldas por encima de los tobillos si no quieren arder en el infierno”. A una de las preguntas formulada por un internauta cuyo nombre no mentaré porque lo desconozco absolutamente en que se le interrogaba por qué opinión le merecían los abusos y violaciones en el seno de la iglesia a menores recientemente destapados, don Luis Andrés alias el amante de Cristo contesta: “ellos (los niños) se lo han buscado”. Pero no solo describió a su sector social y religioso, también habló de deporte: “¿Qué prefieres: a Messi o a Cristiano Ronaldo?”, le pregunta otra. Sorpresa súbita: el nombre no acometió, ni tan solo el color del señorío. “Cristiano Ronaldo es un homosexual asqueroso”. Y punto.
Este individuo está desequilibrado: tiene obsesión por Cristo, por los homosexuales y por el adjetivo asqueroso. Ha quedado claro. Pero lo mejor todavía no ha llegado. El chaval se describe como el chico fresa, porque dice arreglarse e ir siempre bien vestido. Esto olía a homosexualidad reprimida ya de buen comienzo. Estos asquerosos cristianos…

15 de noviembre de 2011

La Virgen María de Pamela Anderson

Aparece publicado hoy en La Voz de Galicia. A saber: Pamela Anderson va a participar en un programa navideño, emitido por la televisión canadiense, representando a la Virgen María. Es hoy uno de esos días en que palabras como contradicción u oxímoron se hacen acaso más sensibles y confusas que normalmente. Por ejemplo: cuando alguien explica, “y hubo un silencio atronador”, su oyente piensa, “esto podría ser literatura”; aunque hay, sin embargo, otras posibilidades que no recurren a la literatura, como la esposa que comenta al marido, “esta luz de comedor es muy oscura”, o como aquello que hizo la banda terrorista ETA, “paz armada”, o internet que merece el reconocimiento de realidad virtual.  Lo piensas y concluyes que todo tiene un trasfondo profundo y, por lo pronto, participativo. En el silencio atronador hay literatura; en la luz oscura hay electricidad; en la paz armada hay política y muchos intereses; o en la realidad virtual, que hay de todo y muy poco bueno. Pero en la Virgen María, ¿qué hay en que Pamela Anderson represente a la Virgen María? Una zafiedad, una ordinariez, una gran espectáculo, una gran broma final. La mujer de los vigilantes de la playa, aquella actriz mala y norteamericana que ha escandalizado a los mediocres ojos de una sensibilísima sociedad pública, aquella que figuró porno casero en su realidad virtual, esa y no otra que es ni más ni menos que Pamela va a representar a la más virgen de las Vírgenes católicas, a la más puta de las Putas eclesiásticas, a la más santa de las mujeres que fueron concebidas artificialmente, sin pecado, sin carne, con el solo amor eterno de un dios excesivamente dudoso. Y ahora la Santa Pamela la va a representar.
Habrá quien se escandalice, desde luego, pero habrá también quien lo destaque por la terrible confusión que sentirá. ¿Virgen Pamela Anderson? Es definitivamente un oxímoron sin trasfondo; oxímoron que, por cierto, su máxima aspiración será que un telespectador le diga a su acompañante sentados en el sofá, “pues yo creo que actúa con naturalidad (oxímoron)”, y el otro diga, “no, no, qué va, qué dices ¿esa cosa natural?, silicona dura y pura es lo que es”.

10 de noviembre de 2011

Pasta seca para la inmobiliaria europea


Vi el cartel hace unas semanas. Me quedé atónito, apoplético, considerando definitivamente que a la gente la toman por tonta. Fue en una de las sucursales de la recién arreplegada CatalunyaCaixa:  un cartel comercial tendido en la pared de la entrada, un chico y una chica, jóvenes ambos, risueños, felices, ella con un manojo de espaguetis secos sujetos entre el labio superior y la nariz caracterizando un bigote señorial, él, más penoso, con  un ravioli en el ojo, cual pirata. Pata de palo. Bajo sus fotografías, en caracteres simpáticos, la frase denunciable: esta es la única pasta que necesitas para entrar en tu piso.
Es decir: que te olvides del dinero, de los pavos, de los críticos euros, que no, que no te importe la pasta, que la fresca, la de comer será la única que necesitarás para tener tu primer, segundo o tercer piso. ¿Qué pretenden? Si es una broma macabra, no está mal. Poco aguda tal vez, insuficientemente perspicaz, pero cruel. Pero si no es comedia, la promoción tiene profunda mala leche. Con hipotecas casi seglares, que atan a cincuenta e incluso sesenta años vistos; con alquileres al alcance de la suerte y el lujo, CatalunyaCaixa soluciona el problema. ¿Dinero, pasta? Qué va. Trae espaguetis, macarrones, tallarines, lazos con los que te amordazaremos sutilmente, con mucha delicadeza, pero con nudos de marinero, para toda la vida.
Al contemplar el cartel lo entendí: de acuerdo, nada de dinero, solo pasta. Y dije: ¡pero claro! Pasta italiana, pasta griega, la misma que ha hundido parte europea, la misma pasta mayestática que todo el mundo conoce, de la que todo el mundo habla, y que nadie en realidad posee.
Es una oferta europea: pasta italiana o pasta griega a solo 1 € la unidad, patrocinado por CatalunyaCaixa, el FMI y el Banco Central Europeo.